miércoles, 27 de abril de 2011

Parqueadero o paradero (en honor al día sin carro)


Son muchos los que se quejan, corrección, somos muchos los que nos quejamos de los parqueaderos públicos: las colas, el precio, lo difícil que es parquear o encontrar después el carro. Pero somos pocos los que hemos pensado en cambiar el parqueadero por paradero. 
Y es que lo admito, el carro es una gran comodidad. Ir directamente a donde queremos, poder dejar algunas cosas en la maleta, no depender de los horarios del transporte público y disfrutar de cierta sensación de seguridad.

Pero no crean, montar en bus tiene sus ventajas. Y no solo en bus, también en taxi y sobre todo en metro.

Con $1500 se puede recorrer la ciudad de punta a punta, y si es en metro, sin congestiones. Se conocen personajes de todo tipo, se puede adquirir cualquier clase de producto y se actualiza uno en los reggaetones, rancheras o vallenatos de moda (según el gusto del chofer). Si uno está de buenas y no es tímido, hasta pareja consigue o como mínimo hace amigos de ruta o descubre vecinos o compañeros de trabajo y estudio que nunca había visto. Y al llegar no tiene que preocuparse por dónde dejar el carro para que no le roben los limpiabrisas o el retrovisor.

De cualquier forma hay que admitir que al transporte público aún le falta crecer para atender todas nuestras necesidades en cuanto a rutas, frecuencias y facilidades, en especial para los usuarios con movilidad reducida. ¿Pero pueden imaginarse ustedes, como lo he hecho yo, lo que sería la ciudad a las ocho de la mañana o a las seis de la tarde si en lugar de 200 carros con conductores solitarios y desesperados, hubiera cinco buses o incluso diez micros?


miércoles, 20 de abril de 2011

Vereda, acera o andén


Que las llamen como quieran, pero que construyan más. Que no tengamos que cruzar la calle en cada curva para seguir caminando por ella o ir al borde de la vía o por la cuneta para esquivar los carros.

Que sean amplias, con espacio para las bicicletas y que si viene una caderona, no nos tengamos que bajar a la calle para hacerle espacio.

Que sean frescas, con sombra, llenas de guayacanes y carboneros florecidos, con guayabos, pomos, nísperos y mangos para calmar el hambre. Que los pajaritos nos acompañen los pasos y las hojas nos filtren el aire para no tragarnos entero el humo de los carros.

Y si se puede, que en las lomas nos arrastren, porque hay algunos que vivimos muy arriba.

miércoles, 13 de abril de 2011

Cebra sin rayas


Caminé varias cuadras y dos semáforos buscando la cebra por la que debía cruzar. Al final me lancé a la calle cuando el primer semáforo se puso en rojo, esperé en el minúsculo separador y me lancé de nuevo aprovechando el segundo en el que todos los carros estuvieron detenidos, unos porque ya habían frenado, otros porque apenas hundían el acelerador. ¿Dónde están las cebras?, ¿o es que ya no tienen rayas?

Hace poco escuché sobre una campaña realizada por un periódico de Brasilia varios años atrás, que logró que los peatones aprendieran a cruzar por las cebras y los conductores a detener sus autos delante de ellas cuando había personas listas para cruzar.

¿Podremos hacerlo también nosotros? Esta difícil mientras en los semáforos no haya más personajes africanos que las jirafas inflables para la venta.

miércoles, 6 de abril de 2011

A dedo


Yo vivo en una loma, como muchos otros en esta ciudad, y esa loma es una calle cerrada con tres casas y seis edificios en los que viven muchos carros. Cada vez que salgo a coger el bus a las ocho de la mañana y mientras camino loma abajo, no puedo dejar de mirar los carros que pasan; son en su mayoría camionetas que llevan a un conductor solitario.

Los miro y no dejo de preguntarme cuántos de ellos van hacia el mismo lugar que yo. A veces miro a los conductores a los ojos y me sorprendo de que ninguno se detenga para preguntarme hacia donde voy. Salgo de la misma calle que ellos, voy “bien” vestida y a pie, con nada más que un morral a la espalda, ¿a ninguno se le ocurre pensar que podría acercarme a algún lugar?

Yo lo he pensado a veces cuando manejo y veo a algún peatón solitario. No muy a menudo, lo confieso, y casi siempre con mujeres o personas que conozco.

En la posición contraria y mientras miro el reloj que corre y el bus que no pasa, pienso en que debería hacerlo más a menudo y siento ganas de echar dedo, de pedirle a esta gente que me lleve. Pero, ¿cómo se echa dedo en la ciudad?, ¿con qué gesto se detiene un carro? ¿Hay que estirar el índice o la mano como si fuera un bus?, ¿Hay que levantar el pulgar como se hace a orillas de una carretera? De pronto sería más útil colgarse un letrero: Aguacatala, Las Vegas, EAFIT. Centro, La Playa, Comfenalco.